"Un clavo saca a otro clavo"
REMENDANDO LAS HERIDAS |
- Vamos a prometernos que esta vez no nos vamos a hacer daño
- Cariño, si uno no puede prometer amarse por siempre, mucho menos lo anterior
Después de dos años – wow, como pasa el tiempo – de nuevo al
teléfono con él. Quién lo hubiera pensado. Hace unos meses hubiera dicho que no
me interesaba.
- ¿Para qué quieres verme? ¿Cómo parche? - ¿Te importaría?
(Y es que llevaba ya tres días soñándolo. Espantoso.
Despertar sabiendo que lo sueño porque pienso en él todo el día, porque lo
extraño todo el tiempo, porque me lo topo y todavía a veces me dan ganas de
llorar)
"Un clavo saca a otro clavo", dicen, o en mi caso,
un recuerdo suyo encima de mí partiéndole la madre a los recuerdos con promesas
y te quieros. No es que funcione, son placebos momentáneos para dejar de
pensar.
Ahora, también tiene su mérito. Es él porque cualquier otro
no serviría. Se sabe cada punto, cada espacio. Es como si en el principio él me
hubiera dibujado, y fuera autor el borrador que antecedió a cada trazo. Conoce
de manera espeluznante los ángulos, los tiempos, las señales, el asi, asi, asi.
Se sabe todos los botoncitos, las combinaciones, el momento exacto.
Una hora intermedia, en un punto intermedio. Platicamos
mucho de lo que en su momento pasó, de cómo él ya estaba dispuesto “a dejarlo
todo” por mí. De cómo yo estaba dispuesta a lidiar con su pasado, con su
compromisos y con su egoísmo crónico. De cómo en su momento mal viajamos, y
pasó lo que tenía que pasar.
Siendo justos, nuestra historia tuvo el final que merecía.
Me acusó de haberlo mandado al psicólogo, de retirarle la
palabra, y de que me tuvo que extrañar. Culpa suya todo lo anterior.
Jamás se me hubiera ocurrido que después de todo, él iba a
terminar remendando con sus saliva los huecos y raspones que me dejó alguien
más, con una ternura que me parece extrañísima y que no me había tocado ver